A pesar de todo en lo que él creía, no pudo presagiar el impacto de aquella mirada. Intensa, amable y llena de amor. El mundo se detuvo en esa mirada, toda la belleza y la paz del mundo se refugiaron en esa mirada.

Algo lo llevaba a sentir paz, su corazón se calmaba. Todo se detenía, no existía el mal ni el dolor, en su alero solo existía la paz. Era un mundo ajeno al que él vivía, todo se movía a un ritmo diferente.

A pesar del dolor vivido, del corazón roto y de las lágrimas derramadas, él logro, con una sola mirada repararlo. Ya no era un corazón roto, estaba completo, existiendo con otra alma en simbiosis por la eternidad. Encontró a su alma gemela, aquel amigo que se convierte en amante y que después llega a ser algo que no tiene explicación, es su alma gemela y solo en el encuentra paz y consuelo, solo el le arranca una sonrisa cuando está rodeado de oscuridad.

Él lo ama y él lo ama a él, todo es un círculo perfecto que no da cabida a nada más que a su amor… por la eternidad. ¿Él puede pedir algo más que esto? ¿Existe algo más sublime que esto? La respuesta es no, no hay nada más sublime que su amor y no se le puede pedir algo mas intenso a la vida que aquellas miradas.